Tecnica del collage aplicada a diferentes soportes.
A los niños les encantan los cajones donde guardar cosas. Un continente donde meter y sacar, volver a meter cualquier objeto, porque el juego es ese, meter y sacar, para volver a meter y sacar. Llena y vaciar.
Un baúl para guardar los juguetes siempre es práctico, y también decorativo. Encontré esté con ruedas y unas ondas que me gustó mucho. Lo compré a través de internet, un poco caro, eso si, pero bueno, prometía. Es de madera de pino macizo, y lo he decorado en armonía con los colores de la habitación de mi nieta.
Las figuras y las plantillas que he utilizado para decorarlas son de Dayka, una marca que me gusta mucho por su estética y calidad.
La naricita y boca del gato lleva una capa de cola para relieve, así resalta sobre el mate de la pintura que es de acabado “Tiza”, la he descubierto hace un tiempo y me gusta mucho. Tenéis las marcas de Artis o Americana, a mi me gusta mas esta última.
¿Por qué los principes antes de ser azules fueron ranas?
Serrat tiene una hermosa canción de un principe y una rana, donde el principe primero es azul, demasiado azul, es el que se convierte en rana, cuando la besa, ” y su alteza en rana se convirtió… un principe menos y una rana mas…” dice.
Me pregunto por qué la bruja elegiría a un batracio para castigar al principe. Puede que por su aspecto un poco repulsivo… En realidad, en el cuento original la rana es rana desde un principio, el castigo le viene por no ayudar a la princesa a recuperar el anillo.
Falta muy poco para que sea abuela. Es una niña, y seguro será preciosa. Y aquí andamos toda la familia, “ensoñándola”.
Los psicoanalistas hablan de “reverie” , de esa capacidad que tiene la madre para “ensoñar” a su hijo, para poderlo pensar, para tenerlo en la cabeza, sentir sus necesidades, casi adivinarlas, recoger su angustia y transformarla. Las madres ensoñamos a nuestros hijos, desde el primer día que sabemos que vendrán, y así para siempre. Yo me siento feliz de ensoñar a los mios. Y ahora, haciendo huequito a mi nieta.
Los papeles que decoran el fondo de las cajas los he hecho con fondos bajados de internet. Luego hago una composición con el Power Point y quedan estupendos. Suelo utilizarlos para el interior porque no se pueden barnizar, solo con spray, pero no es lo mismo que darles una capa de barniz protector. Pero bueno, nada es perfecto.
Esta cajita me encanta, es un fondo de internet.
Esta también es de un fondo bajado de internet. Y la silueta es de Urrea, son parecidas a las de Dayka.
Tengo mas en producción que ya os iré mostrando…
Como se trata de una fiesta, pues he utilizado troqueles de globos, muchos globos, uno por invitado, para poner la firma. El album es todo un trabajo de scrap, mas o menos lo que conocemos como un collage. Esto significa que lleva muchas horas de trabajo, pero bueno, será un bonito recuerdo que tendrá mi nieta de la paciencia de su abuela.
La ilustración que pone fin al album es de María Paseli, un regalo. Muchas gracias María, y como siempre, preciosa.
Mi tía tenía una casa en un pueblo de Andalucía. Y la casa tenía un patio muy grande, precioso, con palmeras, una parra, limonero, su higuera, la hierba Luisa, un pozo y un corral. Y el corral tenía gallinas. Y un gallo. Y las gallinas eran de las de verdad. De esas que picotean de todo, que viven entre paja. De esas que tienen una larga vida. De esas que en nuestros tiempos son difíciles de encontrar.
Encima del corral había un pajar, que por tener, tenía hasta una bruja. Se llamaba Atanasia y disponía de dos caras. Creo recordar que una era verde y la otra roja. Por supuesto, una buena y otra mala. En la infancia estas cosas están bien escindidas, para no confundir.
La existencia de este personaje hacía que dar de comer a las gallinas resultara un poco estresante. Era como si unos ojos vigilasen cada movimiento que hacíamos. Darles de comer era todo un ritual. En la sobremesa troceábamos los restos de la comida. Recuerdo sobre todo hacer trocitos la corteza del melón y la sandía.
Lo peor de todo es que debajo del pajar también estaba el water, pues la casa de mi tía era muy antigua y no tenían aseo en el interior.. Creo que alguno de mis problemas intestinales se gestarón en aquella época, pues según me contaban yo mostraba cierta resistencia a ir sola al retrete.
En fin… historias de la infancia. Ese mundo mágico en el que crecemos y al que tenemos que decir adiós cuando asoma la adolescencia. Mundo de ogros, hadas, brujas…. y gallinas.
La elaboración de los platos la encontrareis en otras entradas. De tods formas, os remito a tutoriales sobre decoupage en vidrio de Youtube que son estupendos.
La caja está realizada también en decoupage, ya sabeis… recortar y pegar.
El detalle de la gallina está realizado con arcilla polimérica, la marca comercial mas conocida es Fimo y con un molde. Es un material interesante que cuando se le coge el gustillo da para mucho y es muy divertido. Hablaremos de ello en otra entrada.
Es el título de una novela muy bonita, una historia de amor donde a través de sus personajes se confrontan dos culturas, la Occidental y la Oriental. Al final, parece que pueden convivir las dos. Si cuando se pone voluntad todo es posible.
Un día, hace ya mucho, me “encargó” mi hija una caja para guardar bolsitas de té.
Utilicé papeles de fibra natural con motivos japoneses y servilletas. Los accesorios los encontré en algún sitio y otros los he fabricado. Y por último está lacada. Es laboriosa de hacer, así que hay que tomarselo con calma.
Está rematada con pan de oro.
Cada papel tiene un dibujo diferente.
Hoy entra oficialmente la primavera. Y en su honor he puesto esta entrada llenita de margaritas. Es una de las flores que mas me gusta, en todas sus variantes.
Recuerdo que de niña, en primavera y verano mi padre nos llevaba a un sitio precioso de la provincia de Jaén. Se llamaba, y tal vez aún se llame, La Aliseda. Por Abril y Mayo se llenaba de margaritas y amapolas. Uno de esos espectáculos preciosos que nos regala la vida.
En una de las servilletas que he encontrado para decorar un platito de cristal he descubierto la historia de Daisy.
Daisy es una margarita de la familia “Ojo de buey”. Son esas florecillas pequeñitas, blancas o amarillas que encontramos por los campos, esas que solemos llamar “manzanilla”. Parece que hay unas docientas especies de margaritas. Las ojo de buey dicen que son amadas y odiadas a la vez. Ya veis, como la vida misma. La razón de ello, es que hubo un tiempo en que fueron una plaga sobre los pastos y cosechas de Europa.
Esta es una de las primeras cajitas(la segunda o tercera) que hice cuando descubrí por casualidad el mundo del decoupage. En realidad no es un trabajo de decoupage, pues está forrada con papel de pliego que es mucho mas grueso que una servilleta, está a medio camino entre una cartulina y una servilleta. La etiqueta está hecha con el powerpoint y las margaritas que decoran la tapa ni recuerdo de donde las saqué. Tengo especial cariño a esta y otras cajitas que hice en mis inicios. Me gusta conservarlas, son parte de mi pasado, de mis recuerdos, por lo tanto, de mi misma, como La Aliseda.
Para el proceso de elaboración os remito a otras entradas donde explico la técnica del decoupage en madera y en vidrio.
De París se pueden decir muchas cosas, menos que resulta indiferente. Es una ciudad increible. C’est magnifique. Es de esos lugares que se meten en tu vida y al que añoras volver. Pasear por Paris es un continuo descubrimiento, cada rincón sorprende. Cuando parece que ya lo has visto todo, doblas la esquina y ¡oh! una plaza, una iglesia o una tienda llena de ese glamour que solo tiene Paris.
C’ est la vie es una típica frase francesa que se suele decir para consolar a alguien cuando le sucede algo malo.
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Un día me regalaron en el supermercado dos bandejas, una amarilla y otra verde. Son detalles que hacen para premiar la fidelidad del cliente, lo cual se agradece, pero a veces dudo si es premio o castigo, pues hay algunos objetos difíciles de dar uso.
Estas bandejas andaban por mi casa de un lado para otro, en la ambivalencia de si las mandaba a la basura o volvían al fondo del armario. Me da pena tirar objetos que con algún arreglillo pueden llegar a ser útiles, es mi vena reparadora, tendencia que en el mundo actúal está muy mermada. Eso de reparar no se lleva, se trate de objetos, de relaciones personales o de lo que sea. Pero, bueno, volvamos a la bandeja. Os la voy a presentar tal como era….
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Tengo un hermano que desde niño ha sido un “cocinilla” en el mejor sentido de la palabra. Este apego por los fogones le acarreó algún que otro encontronazo con mi padre, pues por aquella época el hecho de que un varoncito se mezclara con sartenes y tarteras provocaba pánico, ya que cuestionaba su futura “hombría”. Ni siquiera pensando en “los grandes chef” podían tolerar que su interés se colocara en otros lugares, pues el futuro profesional de mi hermano ya tenía destino, y mi padre no iba a consentir que nada ni nadie se interpusiese en él.
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